A las 12 horas de haber conocido los resultados electorales, dejamos atrás una vorágine (más) electoral, que por haber sido menor que a lo que estamos acostumbrados, no es menos importante. Dejamos atrás una campaña electoral típica, con un planteamiento clásico, que ha favorecido un resultado para nada clásico, y habrá que reflexionar al respecto.
He seguido muy de cerca, en esta ocasión, la campaña electoral del PP. Desde el principio, supimos que la campaña consistía en no hacer campaña, en un perfil bajo, con un tono basado en una especie de accountability, en justificar su voto a través de valorar el éxito conseguido en la gestión económica de España. Según la estrategia del PP, sólo ellos eran capaces de sacar a España de la crisis. Pero conforme transcurría la campaña, este planteamiento tuvo que ser modificado porque diversos sucesos se iban sucediendo.
La caravana del PP se estremeció con el asesinato de Isabel Carrasco, presidenta del Partido Popular en León, minutos antes de desplazarse al mitin central del PP en Valladolid, y que obligó a cambiar los planes. El suceso tuvo sus consecuencias: por respeto a las jornadas de luto, el debate se trasladó al día 20, trastocando la campaña y que obligó al candidato popular preparar el debate bajo otras circunstancias. Se notó, porque el Arias Cañete que estábamos acostumbrados a escuchar y ver, con una soltura y manejo total de los datos, se enrocaba más y más frente a una Elena Valenciano controlando en todo momento sus intervenciones, consiguiendo poner nervioso al candidato “tranquilo” del PP. Se intercambiaron los papeles, y la famosa frase de Cañete entró en la campaña, y entró para quedarse.
Este oportunismo socialista, exprimido a la saciedad durante las siguientes jornadas, fue el siguiente paso en las jornadas atípicas que estaban a punto de sucederse. La frase machista de Cañete fue el pretexto de la estrategia del PSOE de desprestigiar al candidato popular, consiguiendo una movilización en toda Europa en contra de la actitud misógina, según los socialistas, que Cañete había demostrado, tanto que incluso, a día de hoy, pasada la campaña, puede ser que le cueste el puesto de Comisario Europeo. De todos modos, y tal y como recordó Esteban González Pons durante toda la campaña, no era la primera vez que se intentó hacer una cosa similar ya que en 1999, siendo candidata Rosa Díez por el PSOE, se intentó anular la candidatura de Loyola de Palacio a Comisaria, en este caso, sin éxito.
Respecto a la campaña electoral, he de destacar que en términos generales me pareció anticuada, clásica, sin salirse del guión. Con un manejo deficiente de las redes sociales por parte de TODOS los candidatos, con una poco inteligente planificación de actos partidistas e intervenciones en televisión (creo que alguien debe avisar a los políticos que actualmente, conseguir cualquier entrevista en televisión equivale a 5 mitines y 5 visitas a mercados y plazas del pueblo), la campaña electoral tiene muy poco de campaña y muy poco de electoral.
Hablando de Esteban González Pons, he de decir que bajo mi punto de vista, ha sido el mejor activo del PP en esta campaña europea. Ha sabido movilizar a las masas de su partido con intervenciones muy destacadas y muy acertadas para su cometido, y ha sabido compaginar (nada fácil, por cierto), su carácter de candidato valenciano como su posición de número 2 de la candidatura, con una presencia continua en tierras valencianas y como telonero perfecto de Cañete en todos los grandes mitines que ha podido. Posiblemente, y esto es una visión personal, puede ser que sea el tapado para ocupar algún que otro cargo de importancia europea. Tiempo al tiempo.
Conforme iban pasado los días, desde el PP se cambió la estrategia porque eran conscientes que el asunto de la frase machista de Cañete les había perjudicado bastante. Se empezó a contraatacar, tanto a los socialistas, recriminándoles su protagonismo en la crisis, como a los partidos minoritarios, para evitar una más que probable fuga de votos hacia otras formaciones políticas, como luego se comprobó que ocurrió. Los últimos días de la última semana, el equipo electoral del PP tuvo que cambiar el chip para evitar que se sacara rédito electoral a un desliz verbal que no hubiera tenido que tener la mayor importancia, puesto que recordemos, la campaña se basaba en un perfil bajo, en no hacer campaña. Esto cambia con la entrada de varios mítines multitudinarios de fin de campaña, en Valencia, en Málaga y el último en Madrid, con un sprint final que incomodaba al partido, que quería llegar a ellos mucho más tranquilo y relajado, contando con una abstención mayor que la que finalmente resultó.
Finalmente, y con la sombra alargada de la desmovilización de su fiel electorado, sólo quedaba en confiar en una diferencia lo suficientemente holgada respecto al PSOE para hablar de éxito electoral. Pero llegó la noche electoral y todo pareció cambiar.
El pasado día 9 de mayo, en el contexto del V Seminario Política 2.0, organizado por AVAPOL, José Luis Sanchis, el decano de los consultores políticos españoles, ya advirtió una consecuencia de estas pasadas elecciones europeas: la fragmentación política y el descenso del porcentaje del bipartidismo en los resultados electorales. Nos advirtió que frente al 80% aproximadamente del bipartidismo en 2009 (una tendencia que se estaba repitiendo desde el principio de la historia electoral europea en España), en esta ocasión podría acercarse al 59%. Pues bien, ayer se demostró que se había acentuado más, porque la suma de los dos principales partidos suma un 49%. ¿Es una anécdota de estas elecciones o es un cambio de tendencia? Habrá que estar pendiente de las próximas elecciones para comprobarlo, pero lo que no cabe duda es que es la mayor conclusión que podemos extraer de estas elecciones europeas. La abstención ha continuado en los parámetros a los que estamos acostumbrados, así que el primer análisis nos muestra que la gente ha votado, y ha votado a otros partidos minoritarios. Ha habido un trasvase de votos de los principales partidos a otras formaciones, con lo que podemos hablar de una movilización similar a los otros comicios, y no de una apatía ciudadana, como apuntaban algunos estudiosos del tema.
Y quiero finalizar esta radiografía con una mención especial a la Comunitat Valenciana. Se habían planteado estas elecciones como una prueba de fuego para Alberto Fabra. Es la primera vez que el PPCV concurría a unas elecciones bajo su liderazgo y el análisis tiene muchas lecturas. Por su parte, en la Comunidad Valenciana, el PPCV ha conseguido un mayor apoyo que la media estatal, cosa que el PSPV no ha conseguido obtener, con dos puntos por debajo de la media. Además, la diferencia del PPCV respecto a los resultados estatales ha sido mayor que la conseguida por el PP en la ciudad de Valencia o en la provincia, con lo cual, le permite bajar el tono de crispación interna respecto a otros líderes de su formación, como Rita Barberá o Alfonso Rus. Ahora bien, ha perdido la mitad de sus votos. Así, sin más, la etapa de grandes resultados ha tocado a su fin, y por la composición política de la Comunidad, el PPCV sabe que si no consigue mayoría absoluta, no tiene nada que hacer, pierde la Generalitat, pierde el Ayuntamiento de Valencia y cualquier órgano al que opte. El tripartito es una realidad, el bloque de izquierdas ha ganado por primera vez en el conjunto de la Comunitat y al PPCV le tiene que preocupar, y mucho.
Jordi Batalller
Politólogo y Secretario AVAPOL
jbataller@avapol.es