Cinco semanas en globo


En 1863 un todavía desconocido Julio Verne publicaba “Cinco semanas en globo”, novela en la que narraba las aventuras del intrépido explorador inglés Samuel Fergusson, quien al mando de un globo aerostático emprendía un intrépido viaje por los cielos del aun misterioso continente africano. El libro, a modo de cuaderno de viaje escrito por uno de los acompañantes de Fergusson, su gran amigo Dick Kennedy, recoge todo un mes de periplo a bordo de este moderno dirigible del siglo XIX, lo que, aproximadamente, es el mismo tiempo que el actual Gobierno  lleva navegando a bordo de dicha aeronave.
En el mundo de la comunicación se denomina “globos sonda” a aquellos datos, noticias o informaciones que son intencionadamente anunciadas/filtradas a los medios, con el fin de calibrar las primeras reacciones de la opinión pública. La no oficialidad de las fuentes que reproducen esta información “privilegiada” siempre permite dar marcha atrás, desmintiendo su autenticidad (pinchando el globo) o confirmándola según convenga al emisor. Desde hace algún tiempo los especialistas en comunicación política han tomado buena nota de la efectividad de esta táctica a la hora de colocar un mensaje en el punto mira: es rápido en su propagación (“viral”, según  los expertos en marketing), poco comprometedor y permite medir y crear estados de ánimo en la opinión pública. En los despachos de Génova se ve que le han cogido gusto a esta forma de llegar al ciudadano, y no han dudado en llenar el cielo mediático de globos de todas las formas y colores, ya se llamen “co-pago”, “ley del aborto” o “reforma laboral”.
Primero fue Mariano Rajoy, durante su estreno en el Consejo Europeo quien resultó “cazado” por un micrófono: “la laboral me va a costar una huelga”, explicaba al primer ministro finlandés Jyrki Katainen. De esta manera, el Presidente del Gobierno se dirigía a los medios  tras haberse aprobado una subida de impuestos y dos paquetes de medidas que rehusó explicar en ningún tipo de comparecencia. Globo va. Apenas una semana después, era el ministro de Economía, Luís de Guindos, quien sufría un nuevo “descuido” ante el comisario de Asuntos Exteriores Olli Rehn: "mañana aprobamos la reforma laboral. Verás: será extremadamente agresiva". Y otro globo más, para que el ciudadano se vaya haciendo el ánimo.
.


Y en éstas, Ruíz Gallardón, eterno ministrable y actual ministro de Justicia, sigue con sus particulares sondeos en forma de declaraciones a los medios. Tan pronto está en desacuerdo con una hipotética declaración de inconstitucionalidad del matrimonio homosexual, como quiere reconducir la ley del aborto a “la doctrina del Tribunal Constitucional”. Todo esto, mientras considera ante los micrófonos que “hay una sensación de que la ley no da respuesta suficiente a muchos problemas que se plantean en nuestra sociedad” (velada referencia al endurecimiento de la Ley del Menor), o plantea una reforma del código penal en forma de “cadena permanente” (que no perpetua).

En definitiva, los primeros meses del nuevo Gobierno están dejando entrever una estrategia de comunicación marcada por el bajo perfil de su principal dirigente, reacio a todo tipo de comparecencia o rueda de prensa, al tiempo que se lanzan a un primer contacto con el ojo público aquellos asuntos que marcarán la legislatura. La continuidad de este planteamiento comunicativo, sin duda, se verá marcada por la evolución de una legislatura que se antoja difícil en lo económico y tensa en lo social. Conocidas las sensaciones de los ciudadanos, y con independencia de las mismas, es necesario salir al paso aun cuando el suelo es poco firme.

El cuerpo cívico no busca gestores, sino gobernantes. Necesitamos “ponerle cara” a las decisiones y requerimos de explicaciones que vayan más allá del “es lo que hay que hacer”. Claro que eso supone bajar del globo y pisar tierra. Una tierra infestada de peligrosos periodistas, maliciosas preguntas e ingratas manifestaciones ciudadanas. Empieza el viaje.
David Sabater
Politólogo,periodista y socio de AVAPOL


Napoleón decía... sobre los sueldos políticos

Napoleón decía…

Sobre los sueldos de los políticos. Disculpe, no tengo soluciones, pero le puedo ofrecer alguna reflexión..

Napoleón decía, poco más o menos, que cuando un político tiene un problema y quiere resolverlo nombra a un responsable. Sin embargo, si tiene un problema pero no está interesado en que se aclare, designa un comité. Varias décadas después, el humorista estadounidense, Fred Allen, argumentaba irónicamente que un comité es un grupo de personas carentes de preparación, nombradas por otras carentes de disposición, para hacer algo carente de utilidad. Sirva la palabra comisión, como sinónimo de comité y aterrizaremos mejor en la política española.

Si el asunto de los sueldos de los políticos sigue generando controversia y no se vislumbra acuerdo para reducir diferencias abismales en las nóminas de muchos cargos públicos electos es porque, llanamente, no hay voluntad de consenso, ni hay un responsable para arreglarlo ni existe un comité/comisión. Con todo, la administración local sigue presentando los disparates salariales más sonados de la administración pública española.

Y el ciudadano medio se preguntará ¿que a caso existe un especial interés en que los políticos se pongan de acuerdo para regular sus sueldos? ¿Es ese un problema prioritario que se repite en las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas? ¿Qué dice de eso el Gobierno central? ¿Por qué no se aprueba una ley general para todos los cargos públicos electos? ¿Desde cuándo un trabajador de una empresa privada tiene potestad para subirse el sueldo él mismo como hacen los parlamentarios, alcaldes, concejales y presidentes autonómicos?

Y sigo preguntándome ¿cómo es posible que la Administración General del Estado no haya sido capaz de poner orden en la inmensa maraña de los sueldos de los políticos? ¿Por qué la nómina de algunos alcaldes y concejales de ayuntamientos que no son capitales de provincia son más elevadas que la paga que recibe el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy? ¿Cómo es posible que varios presidentes autonómicos cobren más que el jefe del Ejecutivo? ¿Es normal que el presidente del Congreso de los Diputados cobre algo más de 13.000 euros mensuales por su cargo? Por qué la tercera persona más importante del Estado cobra más que la segunda? Por qué Rajoy gana 78.185 euros brutos al año, como presidente del Gobierno y el presidente de una autonomía como la catalana cobra 144.000 euros? ¿Cómo se fijan los salarios de los políticos? ¿Por qué existen tantas diferencias? Es la población un criterio válido para regular las retribuciones? ¿Por qué no se cumple entonces?

Como podrá comprobar el lector, planteo muchas preguntas pero ofrezco pocas respuestas. Bueno sí, por ejemplo, la Federación de Municipios y Provincias de la Comunidad Valenciana aprobó hace ya tiempo, y tiene colgado en su página web, un documento de ‘recomendación’ de los sueldos de los concejales y alcaldes de los municipios según su población y establece unas sensatas disposiciones sobre cómo no superar jamás el salario del presidente de la Generalitat o de los consellers. Eso sí, sigue siendo una recomendación. Hoy en día, varios alcaldes de municipios del área metropolitana de Madrid, con más de 200.000 habitantes cobran más que el presidente del Gobierno de España. Estamos hablando de sueldos de más de 80.000 euros. Una barbaridad que consienten, casi siempre, gobierno y oposición.


Los sueldos públicos es un tema del que habla todo el mundo, como el fútbol. Posiblemente, los vecinos de su edificio o de su urbanización tienen una opinión, hablan y discuten sobre ello con naturalidad a veces y con desmedido apasionamiento, otras.  El asunto se presta a tertulias de bares, de cafés, debates televisivos, encuestas en Internet y participaciones radiofónicas de lo más variopintas.
Hablamos del dinero que los contribuyentes ceden con sus impuestos para pagar nóminas, dietas, pensiones e indemnizaciones a los políticos. Dejamos, pues, para otra ocasión los sueldos públicos en sí, que engloban, además, todas las retribuciones de los empleados públicos, esto es, funcionarios de carrera, personal laboral, interinos y personal de libre designación o cargos de confianza. No nos olvidamos además, de esos ‘androides laborales’ o trabajadores de empresas públicas o de fundaciones cuyo criterio de contratación ha consistido, y se ha reconocido recientemente por los implicados, en una mera recomendación. Tanto unos como otros reciben sus emolumentos de las diferentes administraciones, aunque cabe destacar que muchos políticos, además de cobrar por un cargo como consecuencia de haber recibido el respaldo de los electores, también están en nómina dentro del partido político al que pertenecen. Tenemos, por ejemplo, el caso de Mariano Rajoy, que, como jefe de la oposición, cobraba en calidad de diputado nacional, pero el Partido Popular le pagaba 150.000 euros al año, al menos, antes de ganar las Elecciones Generales del pasado 20 de noviembre.
Pero, sea como sea, el ciudadano medio, informado o no, siempre tiene la idea de que los políticos ‘viven muy bien’ y sobre ellos corre la eterna sospecha de la duda, las malas compañías, los asuntos turbios y los contratos amañados.
Pese a que las diferentes administraciones y algunas instituciones del Estado llevan aplicando medidas de transparencia, los sueldos de los políticos no son siempre un dato accesible a todos. Y debería serlo por ley.
Tanto el Congreso de los Diputados como el Senado recogen en su página web, mediante un documento en pdf, las retribuciones brutas básicas de sus señorías y toda la casuística de complementos, que sonrojan a más de un contribuyente. Además, unos y otros disfrutan de dietas, pensiones e indemnizaciones que chocan con el régimen general de la Seguridad Social. Hay algunos gobiernos autonómicos como el andaluz o el propio gobierno regional de Cantabria, por poner dos casos, que también ofrecen al usuario de Internet la información sobre las retribuciones de sus parlamentarios o consejeros. Ojo, pero no todos los españoles saben usar la red, ni tienen acceso a ella. Es un paso, cierto, pero sigue siendo insuficiente.
Como ven, han leído hasta este último párrafo y siguen con muchas dudas y preguntas en la cabeza. Sigo pensando que los diputados y senadores españoles están mal pagados, en cuanto a salario base se refiere. Creo que deberían cobrar más. También digo, que sus prestaciones, dietas y planes de pensiones contienen privilegios que el resto de trabajadores no disfruta y eso es injusto. También opino que los sueldos de los alcaldes y concejales de todos los municipios de España deberían estar regulados por una ley nacional. La corrupción disminuiría y el verdadero servicio público acabaría aflorando. Los oportunistas, en definitiva, menguarían.
Acabo ya. El debate político en España adolece de lo básico. Se habla de corrupción, de tribunales, de partidos y familias. Se habla demasiado de los sueldos de los políticos. Se habla de todo eso porque nos chirría. Pero hablamos poco del presupuesto, muy poco de las políticas públicas, nada de su diseño e implementación y casi nos olvidamos de su ejecución y evaluación. ¿Quién se atreve a corregir este error? ¿Nombramos a un responsable para ello y le echamos las culpas si no cumple con su cometido? ¿O es preferible designar a un comité/comisión para que tarde meses en redactar un informe y acabe por certificar una obviedad y media perogrullada?
Pues eso, volvemos al título. Sigue siendo cierto lo que decía Napoleón.
Carles Torrijos
Politólogo y periodista. Socio de AVAPOL
@sueldospublicos

La importancia de los programas electorales en las campañas

Hoy en día nos encontramos con la inexistencia de una teoría general para la elaboración de un programa electoral. En una primera aproximación podríamos definirlo como una alternativa de políticas públicas que presenta un partido, donde plasma la identificación de los problemas que tiene la sociedad y el Estado y las posibles soluciones a los mismos, desde su propia cosmovisión del mundo.

Al programa electoral tenemos que encasillarlo dentro de algún espacio, y ello tendrá que ver con las funciones que desarrollan los partidos políticos. Una función que éstos desarrollan es la agregación de las demandas de los ciudadanos, y el programa será el vehículo para plasmar estas demandas, teniendo como misión, la movilización de la opinión pública. El programa electoral va a ser el compromiso que establece el partido con el ciudadano, porque a través de su cumplimento va a realizar la función de la rendición de cuentas. A su vez, los programas electorales son la formalización de las diferentes ofertas políticas existentes, si bien la realidad, es que dentro del contexto electoral español tienen una reducida influencia en la decisión de voto.

Es por ello que los programas electorales van a importar para algunas cosas y para otras no, pero aunque el programa en el contexto español está concebido para no ser leído, un partido político no puede carecer del mismo. Dada la tipología de partidos que operan en nuestros sistema político, los programas recogerán muchas de esas demandas que realizan los ciudadanos, pero no todas, ya que por su condición de partidos “catch all” su principal objetivo es la búsqueda del mayor voto posible, teniendo por ello una visión menos sectorial para abarcar así a un grupo muy amplio dentro del “mercado” electoral. Debido a esto, las respuestas a los problemas que se dan en los programas electorales no son demasiado específicas para no desconcertar y ahuyentar a esa parte del electorado que estos partidos quieren “atrapar”.

Es por este motivo que el programa va a ser uno de los elementos más importante dentro de la campaña electoral, un proyecto político necesita del apoyo de un proyecto electoral porque ambos son interdependientes, y es aquí donde reside la importancia del programa, al ser el punto de encuentro entre la estrategia electoral y la estrategia política del partido, por medio del programa los partidos políticos conectan con los que están dentro del proyecto político que quieren llevar a cabo, como dirigentes y militantes, y con los que buscan que lo compartan, los votantes.

En tiempos electorales la elaboración del programa es uno de los temas más importantes en la agenda del partido. Para su elaboración se precisa de un trabajo previo de recogida de información y análisis de las demandas de los ciudadanos, si bien hay que referir que la elaboración y el contenido de un programa electoral va a depender de diferentes elementos y contextos. En su elaboración los partidos tienen que tener en cuenta muchos factores, ya que éste, va a ser una de tus principales armas de campaña, tanto para vencer al adversario como para como para cohesionar al partido.

El programa electoral no solo tiene que ser una exposición de medidas y soluciones a los problemas dentro de la cosmovisión del partido, el programa tiene que trasladar al votante la ilusión o esperanza de un cambio, la política es una guerra de emociones y es por elloque el programa electoral tiene que apelar a las mismas, no ser solamente la espina dorsal de tu futura acción de gobierno. El Partido Popular en estas elecciones ha sabido utilizar muy bien su programa electoral, el mismo carece de medidas concretas, es más, podríamos decir incluso que son difusas, pero ha sabido vender esperanza. Sabiendo que en votos no podía crecer más, ha ido a anclar a su electorado para que no se fuera, ha sabido contextualizar muy bien su situación. El programa del Partido Popular es un conjunto de declaración de intenciones sin medidas concretas que tenía como objetivo no ahuyentar a los posibles votantes y generaran desconfianza, se ha mantenido siempre en una línea difusa.

Los programas pueden ser de diferentes tipos porque responden a los diferentes objetivos que buscan los partidos políticos en cada una de las elecciones, el anclaje de su electorado o la expansión hacia nuevos electores. Un programa electoral va a estar siempre subordinado a la estrategia de la campaña electoral, y aquí volvemos a referirnos al Partido Popular, el objetivo de este partido en las elecciones de 2011 ha sido no generar rechazo entre el electorado y anclar su voto, por ello todas las medidas que se expresan en su programa son positivas y ambiguas, y responde a la estrategia de campaña. El PP en estas elecciones ha generado identidad, ha ilusionado y ha tenido un mensaje claro que ha sabido plasmarlo en su programa electoral.

Es un hecho ampliamente comprobado, que los electores no suelen mostrar gran interés en los programas que los partidos políticos presentan en las citas electorales, y en contra de lo que se indica en ámbitos académicos, el ciudadano no considera que los programas constituyan una especie de contrato rígido y vinculante, sino más bien una declaración de intenciones, porque conocen las propuestas de los partidos no a través de sus programas electorales, sino por lo que escuchan, leen o ven en los medios de comunicación.

La campaña para las siguientes elecciones empieza al día siguiente de los comicios celebrados, no se ganan elecciones por no tener un buen programa electoral, pero sí que se necesita un buen programa para ganarlas”

Esther Puntero
Politóloga y socia de AVAPOL
@epuntero